VISION

 ¿Alguien duda de la necesidad de redefinir el modelo económico de la ciudad de Jerez?

poligono industrial el portal

El OBJETIVO que nos hemos planteado con esta página es abrir un debate sobre el futuro económico de Jerez.

No pretendemos hacer un concienzudo análisis de la situación económica actual. Las cifras de desempleo, la degradación de las condiciones laborales, el paisaje urbano de naves y locales con el cartel de «SE VENDE» lo dicen todo. Pero también es cierto, que tras esta visión negativa (que a menudo se amplifica), la ciudad palpita y esconde multitud de iniciativas, de aventuras empresariales, que nos indican senderos por los que podría discurrir el futuro.

Concretar la idea de «modelo económico» es complicado. En el fondo (puede pensarse) no deja de ser un concepto grandilocuente que en numerosas ocasiones sirve más para ocultar la falta de ideas que para proponer algo.

En términos teóricos se trata de un concepto a caballo entre la macro y la microeconomía. Definir un «modelo económico» presupone que un hecho geográfico como es la ciudad y su entorno, se configura como sujeto económico. Bueno, esta premisa es desde luego discutible, sobre todo, si lo planteamos desde el prisma ideológico de los ultra -(neo)liberales.

Pero desde la perspectiva del desarrollo local y el diseño de políticas públicas el concepto es útil en la medida en que permite construir un marco coherente de toma de decisiones.

Cabe aquí plantear la cuestión de hasta qué punto una administración local dispone de capacidades reales para conformar un modelo económico de ciudad en un contexto regulado desde ámbitos suprancionales y dominado por sujetos económicos de ámbito global. En este sentido, lo que parece estar claro es que las políticas públicas sustentadas en la concertación social (subvenciones, reducción de impuestos, flexibilidad laboral y amortiguamiento de la conflictividad laboral)  han dejado de tener efecto, seguramente porque los interlocutores sociales de la concertación han dejado de ser sujetos sustanciales de negociación (sobre todo a escala local, pero también a nivel regional)

Entonces ¿dónde está la clave, el concepto central sobre el cual conformar un nuevo modelo económico? ¿cuál es el factor determinante en el que debemos concentrar la atención?.  No mareemos más la perdiz. El punto crítico sobre el que pivota la palanca de cambio del modelo es la competitividad.

¿Competitividad?. En el fondo, la palabra en sí misma no me gusta nada de nada. Subliminalmente nos condiciona a pensar que el mundo se construye sobre una feroz competencia entre los seres humanos. Bueno, hoy por hoy seguramente es así (y por eso la empleo), pero no es precisamente el futuro que me gustaría ayudar a construir. Cuando se compite siempre hay alguien que acaba perdiendo, y una lectura de la historia me hace sospechar que los perdedores siempre han sido los mismos. Cuando el dado cae sistemáticamente sobre la misma cara es porque está trucado.

Por eso preferiría hablar de «convivencialidad» o de «prosperidad colectiva», como conceptos sobre los cuales ir construyendo el modelo de ciudad a la que aspiro.

La aplicación acrítica del principio de competitividad como motor del sistema económico, nos lleva a sociedades marcadas por la desigualdad y la exclusión social, a pesar de que el estado del bienestar a duras penas pretenda paliarlo. La cultura de la competitividad nos conecta con nuestro lado más primitivo y animal.

Pero bueno, dado que estos conceptos no forman parte del léxico habitual de los economistas del desarrollo local, seguiremos empleando el palabro en cuestión (pero con matices, guantes y mascarilla).

Así que (para entendernos) por «Competitividad» nos referiremos sencillamente a ser capaces de ofrecer mejores bienes y servicios; hacer que las cosas a nuestro alrededor sean más fáciles. Si añadimos a lo anterior las condiciones de igualdad y no exclusión hablaríamos de «convivencialidad» y, finalmente, si incorporamos nuestras relaciones con el resto del sistema vivo del planeta, hablaríamos de «sostenibilidad» (lo que incluiría todo lo anterior).

Pero volvamos a la cuestión del modelo económico de ciudad.

En el ámbito del desarrollo local, la ciudad se visualiza como una red de organizaciones públicas o privadas que interactúan conformando un sistema orgánico asimilable a un sujeto económico singular que participa como tal en el sistema económicos de mayor escala en el que se inserta (regional, estatal, global).

En este sistema, las organizaciones económicas privadas deben enfocarse en la producción de bienes y servicios y -¡cuestión importante!- venderlos y cobrarlos. Esto generará ingresos monetarios que circulará en la ciudad a través de los salarios y la reinversión de los beneficios. Si la masa salarial generada por este sistema es baja, la ciudad se empobrece y, aunque las empresas puedan aducir competitividad, la ciudad pierde competitividad y, sobre todo, convivencialidad.

Por otro lado, cuando dichos bienes y servicios se concentran en determinados sectores económicos podremos hablar de la «funcionalidad» de la ciudad en el sistema económico regional o global. Este es otro concepto importante dado que dicha «funcionalidad» viene a menudo condicionada por cuestiones geopolíticas o decisiones de política regional, evidenciando con ello la debilidad científica de las construcciones neoliberales.

Por su parte, las organizaciones públicas locales deben centrarse en ser eficaces en la administración del gasto público, prestar servicios de calidad y la producción de bienes públicos que permitan el desarrollo personal de los ciudadanos, sus organizaciones sociales y las empresas.

Ambas estructuras interactúan y se realimentan, siendo dichas interacciones las bases que justifican el que podamos hablar de políticas de desarrollo local orientadas a la conformación de un derterminado modelo de ciudad.

El reflexionar sobre todos estos aspectos es el objetivo de este blog.

Y una última cuestión ¿quién debe crear empleo?, ¿los empresarios -como nos martillean sistemáticamente los ideólogos del ultraliberalismo-?. Digamos mejor que los empleos, el trabajo, los crea la ciudad en su conjunto, con sus empresas, sector público y sus propias demandas.