En 1968, el biólogo Garret Hardin escribió un influyente artículo (La Tragedia de los Comunes), que ha marcado profundamente las doctrinas socialdemócratas en materia de gestión económica de los recursos naturales.
Reconozco que comparto poco del marco filosófico subyacente al pensamiento de Hardin en dicho artículo, que supura malthusianismo y darwinismo social por todos lados. Tampoco veo la crítica al liberalismo económico que se le ha atribuido. El que desmienta la «mano invisible» asignada a Adam Smith, por la que la suma de intereses privados confluía necesariamente en un beneficio general para la sociedad, no supone necesariamente una crítica a los fundamentos del liberalismo. Es más, permite justificar la perspectiva socio-liberal y su principio de que el conflicto entre interés privado y bienes comunes sólo es posible si incorporamos regulaciones (y con ellas, la coerción del estado) y limitaciones al derecho universal de propiedad.
Pero, salvando estos aspectos, creo que es importante tener en perspectiva este artículo para abordar el debate sobre las vías pecuarias, entre otras razones porque en él se identifican las cuestiones clave en el conflicto entre intereses privados y bienes públicos.
Las vías pecuarias son bienes de naturaleza demanial que en las últimas décadas han sufrido un silencioso proceso de privatización encubierto, con el pretexto de que ya no sirven al uso ganadero originario. Los cortes en la continuidad de estas vías rurales o su ocupación por parte de los propietarios de fincas colindantes, por particulares o por la propia administración, están al orden del día. Frente a este proceso, colectivos ecologistas y culturales han venido defendiendo el sistema de vías pecuarias como un importante patrimonio público para la preservación de la biodiversidad en espacios agrarios y base para el desarrollo de actividades de ocio, turísticas y disfrute de la naturaleza para los ciudadanos. Y todo ello, sin renunciar al uso ganadero tradicional; de hecho, la UE está dando claros mensajes de que la ganadería europea debe retornar a patrones productivos más vinculados con los recursos pastorales del territorio y desde las administraciones se están poniendo en marcha medidas tendentes a impulsar la gandería de pequeña trashumancia (escuela pública de pastores de Andalucía), por lo que no debe resultar extraño que en los próximos años volvamos a ver rebaños pastando por nuestras cañadas.
En Jerez, el tema de la degradación de la red de vías pecuarias ha pasado a primera línea del debate política como consecuencia de la existencia de un número relevante de viviendas construidas sobre vías pecuarias. La ley de vías pecuarias imposibilita urbanizar estos núcleos de población (acerado, iluminación, alcantarillado) así como a acceder a la propiedad del suelo por parte de los vecinos. Estos, por su parte, esgrimen que llevan años pagando impuestos municipales y que estos núcleos de población tienen un carácter histórico pues desde hace muchas décadas, los trabajadores agrícolas constuyeron sus casas en las cañadas para poder estar en las cercanías del trabajo.
En el PGOU de Jerez de 2009 se reconocieron estos núcleos rurales bajo la figura urbanística de Hábitat Rural Diseminado argumentando el carácter histórico de estos asentamientos. El desbloqueo de la situación para los vecinos (o así se lo han hecho creer) pasaría por la desafectación de las vías pecuarias, esto es, hacer que los suelos sobre los que se asientan sus viviendas dejen de ser cañadas para pasar a ser suelo público de la Junta de Andalucía no afecto a servicio público y, por tanto, «vendible».
Por contra, colectivos ciudadanos han cuestionado el carácter histórico de estos poblamientos y reducen el tema a una cuestión de ocupación privada de un bien público.
Tomemos por ejemplo el caso de La Guareña y comprobemos su estado en 1956 y el actual para comprobar que no falta razón a este argumento:
Con el fin de clarificar en alguna medida cuestiones técnicas que intervienen en este tema, nos hemos atrevido a redactar un informe que ponemos a disposición de quien esté preocupado por los detalles de la problemática: ESTUDIO HABITAT RURAL DISEMINADO
Aquí, sólo vamos a hacer unas valoraciones finales sobre el tema, extraídas de dicho informe:
El debate sobre la legalización de viviendas en vías pecuarias, se encuentra viciado por una grosera e interesada manipulación partidista, que busca instrumentalizar políticamente a la población afectada. Los discursos inducen a provocar una dialéctica entre la conservación de un bien público como son las vías pecuarias y los principios de justicia social argumentado sobre el carácter histórico de los asentamientos rurales.
Oponer la defensa de lo público a la justicia social es algo inaudito y demencial, que sólo persigue confundir a opinión pública y afectados.
Por otro lado, se desvía la atención sobre un hecho crucial: que las administraciones públicas competentes (junta de Andalucía como titulares de las vías pecuarias y ayuntamiento de Jerez como autoridad urbanística competente), llevan casi dos décadas haciendo dejación de funciones en esta materia
Las implicaciones jurídicas de este hecho no corresponde señalarlas aquí. Pero lo cierto es que con este incumplimiento de las leyes, las administraciones han provocado el menoscabo de los bienes públicos cuya custodia la sociedad les tenía encomendado.
Los perjudicados por esta situación son dos: por un lado el conjunto de la sociedad que ha visto degrado el estado de derecho y un bien de todos; y por otro lado, los residentes en vías pecuarias a los que, más allá de su responsabilidad personal, se le ha dado un mensaje de impunidad o pseudolegalidad inconcebible en un Estado moderno.
En el marco jurídico actual, dar solución a la demanda de los vecinos sin reconocer que esto implicará un menoscabo de lo público se llama justificar una privatización silenciosa. Pero aunque se pretendiera, esto requeríría caminos jurídicos rebuscados, rocambolescos y costosos que, me temo, tendremos que pagar entre todos.
Pero mirar para otro lado o pensar que la solución pasa por aplicar la disciplina urbanística es no saber nada del tema. Aquí lo que estamos es ante una excepcionalidad provocada por la mala gestión de los responsables públicos. Y como tal excepcionalidad hay que tratarla jurídicamente.
O, a lo mejor, lo que se está buscando es utilizar la población como ariete para justificar el abrir el melón de la modificación de la ley de vías pecuarias y pasar a la desamortización definitiva de este patrimonio público
Pero las excepciones jurídicas hay que argumentarlas, buscar las causas, delimitar las circunstancias que le dieron lugar y, como en este caso, identificar responsabilidades políticas para que no vuelvan a repetirse. O de lo contrario, estaremos provocando un claro mensaje de efecto llamada